La desigualdad no está en los números

La desigualdad trasciende la mera estadística; es una realidad palpable en nuestras vidas diarias. Desde prescindir de salud dental hasta la elección entre alimentos básicos, para muchas personas llegar a fin de mes se siente como una espada de Damocles y se silencia con analgésicos y ansiolíticos.

Esta realidad se ve reflejada en una macroencuesta de Oxfam Intermón, donde más de 4.000 personas compartieron sus experiencias sobre cómo se vive la desigualdad en España. Revela una población cansada, al límite de sus recursos, evidenciando los estragos de las sucesivas crisis, las limitaciones estructurales del mercado laboral y las prestaciones sociales, así como la creciente concentración de riqueza en manos de unos pocos y el declive de la riqueza pública en favor de la privada.

En un país donde el turismo promete prosperidad, es paradójico que un 40% no pueda costearse unas simples vacaciones anuales. La desigualdad también se manifiesta en los hogares, donde la mayoría de las personas jóvenes solo puede pagar el alquiler con ayuda familiar, siendo el grupo más afectado por la crisis habitacional, pero no el único.

La incertidumbre económica es asfixiante; cerca del 40% de la población no podría enfrentar un gasto inesperado de 600 euros, viviendo al día y sin poder planificar el futuro. Estas angustias entienden de género. Hasta el 60% de las mujeres están insatisfechas con su situación económica.

Las diferencias sociales van más allá de lo económico. Las personas migradas, especialmente las que carecen de reconocimiento de ciudadanía, enfrentan barreras adicionales en todos los frentes, desde la explotación laboral hasta la dificultad para acceder a servicios básicos como vivienda y salud.

Pero la ciudadanía, concretamente dos de cada tres personas, reconoce que las desigualdades pueden erradicarse, identificando a la Unión Europea y los gobiernos central y autonómicos como actores clave. Aunque se observan mejoras en los indicadores macroeconómicos y avances en políticas domésticas, como la reducción de la temporalidad o el aumento del salario mínimo, urge apretar el paso para que la desigualdad salga del cuerpo de las personas.

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