La rosa y el 'Mein Kampf'

Sí. Confieso que siempre me ha inspirado cautela esa homologación, presuntamente civilizada, del libro con la rosa, que ha vuelto incuestionable la celebración de Sant Jordi. Y es que ni los libros me parecen tan puros, fragantes e inocentes como las florecillas, ni éstas siquiera me parece que responden a la idea platónica de ellas que se suele tener por poética. Digo "se suele" porque Baudelaire escribió un poemario, Las flores del mal, que nos muestra la cara inquietante, turbadora, demoníaca tanto de la literatura como de la botánica.

No hay rosa sin espinas, como tampoco hay libro que no contenga, junto a la alegría y la belleza, unas dosis de pesar y desasosiego frente a la condición humana. Decía Dostoyevski que "Dios y el Diablo están luchando" y que "el campo de batalla es el corazón del hombre", de lo cual se deduce que los libros que han sido escritos con mucho corazón albergan muchas paginas divinas y también demoníacas. Cualquier obra del propio Dostoyevski sería un ejemplo de ello sin ir más lejos.

Otra cita que me viene a la memoria es ésa en la que Walter Benjamin afirma que "todo documento de civilización es un documento de barbarie". Tiene razón. Los libros de Derecho nos enseñan las leyes que nos protegen a unos de otros, pero también los límites que tienen éstas. Nos enseñan el inconmensurable territorio al que la Ley no llega y donde no nos puede proteger. Las novelas nos muestran la nobleza en contraste con la miseria, que a menudo caben en el mismo alma. Y los poemas de amor dejan siempre entrever la impotencia de éste, cuando no los escombros sobre los que el autor edifica la nueva ilusión de la dicha.

No. No tengo una idea beatífica, angélica, rosácea de la lectura. Los libros que más me han impactado; que más me han formado; que me han hecho algo mejor han sido aquellos que fueron redactados con un crudo realismo y me ofrecieron una visión entre compasiva y desamparada del ser humano.

Y luego están los otros, los libros pretenciosos, los libros empalagosos, los libros mentirosos… El hecho de que unas palabras aparezcan encuadernadas no es ninguna garantía ni de verdad ni de bondad ni de sensibilidad. Y hay libros sencillamente detestables; libros racistas como los de Sabino Arana o Enric Prat de la Riba; libros del desprecio al otro. También el Mein Kampf es un libro. Un libro escrito por quien alentó a su paisanos a hacer piras de fuego con los libros de otros. Siempre me he preguntado si es mejor no leer nada a leer solo esa clase de libros.

Volvamos al último Sant Jordi y a una sombra que se cernió sobre las rosas, los libros y las miradas arrobadas de las parejas que se obsequiaban mutuamente con unas y otros. Esa sombra es el veto que se dictó contra un autor, Albert Soler, a quien los libreros de Gerona, su ciudad natal, no le permitieron firmar una recopilación de los artículos que ha ido publicando en la prensa. Su libro se titula Puigdemont, el regreso del Vivales y tuvo que firmarlo en un bar. Siento no haber estado allí el 23 de abril para tener el honor de comprarle un ejemplar y pedirle que me lo firmara.

Sí. Cuando veo a algunos políticos del odio sacándose la foto entre las casetas de Sant Jordi con esa sonrisa de sentirse civilizados, con su rosa y su librito, prefiero no saber el título y tengo conciencia de que el horror es insoportablemente cursi.

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