Este verano, el hielo marino del Ártico se ha reducido a niveles cercanos a mínimos históricos, con una extensión mínima estimada de 4,28 millones de kilómetros cuadrados, lo que representa casi dos millones de kilómetros cuadrados menos que el promedio registrado entre 1981 y 2010.
Este descenso prolonga una tendencia de décadas de pérdida de hielo en el Ártico, según reportes de la NASA y el National Snow and Ice Data Center (NSIDC).
Aunque el hielo no alcanzó el mínimo histórico de 3,39 millones de kilómetros cuadrados registrado en 2012, la tendencia general sigue siendo de disminución continua desde que comenzaron las mediciones satelitales en la década de 1970.
Cada año, el Ártico pierde unos 77.800 kilómetros cuadrados de hielo. Además, el hielo es cada vez más joven y delgado, lo que lo hace más vulnerable a los meses cálidos.
La pérdida de hielo no solo afecta al Ártico, sino que también se está registrando un declive en la Antártida. En 2024, el crecimiento del hielo marino en el continente antártico fue menor de lo esperado, con una extensión máxima de solo 16,96 millones de kilómetros cuadrados, en comparación con el promedio de 18,71 millones de kilómetros cuadrados entre 1981 y 2010.
Consecuencia del cambio climático
Este declive prolonga una tendencia observada desde 2014, cuando el crecimiento del hielo antártico alcanzó su punto máximo. Los científicos sugieren que este cambio en las condiciones del Océano Austral es probablemente consecuencia del cambio climático global.
La pérdida de hielo marino agrava el problema, ya que el agua del océano abierto absorbe la mayor parte de la energía solar, lo que a su vez incrementa las temperaturas y retrasa la formación de nuevo hielo, un proceso conocido como retroalimentación hielo-albedo.
En el Ártico, este ciclo de calentamiento ha provocado que las temperaturas aumenten aproximadamente cuatro veces más rápido que el promedio mundial, lo que refuerza aún más el impacto del cambio climático.