A Iago le tiembla la voz al otro lado del teléfono. Este joven de 31 años habla con 20minutos desde Ourense, su ciudad de nacimiento, mientras que a 500 kilómetros su novia vive en una habitación prestada como favor por la hermana de él en Madrid, la ciudad en la que trabaja, donde ambos se conocieron y que según el gallego "va a terminar con su relación". Eso y el acceso a la vivienda.
Para Iago, con un trabajo en remoto 100% y 2.000 euros de sueldo, acceder a un piso de alquiler se ha convertido en algo "imposible". La razón: su pareja tiene que hacerse cargo del pago de la casa de su madre en Ibiza y no puede aportar dinero, mientras que los arrendadores piden unos ingresos mínimos de 3.000 euros para pisos de 50 metros que valen más de 800 euros al mes. Un bucle inmobiliario que ha llevado a este gallego a la desesperación y de vuelta a casa de sus padres. "No puedo comer ni dormir, vivo todo el día acelerado", sentencia.
Lo triste de todo esto es pensar que no tengo un mal sueldo pero que esta ciudad me está expulsando
Según el estudio Situación de la vivienda en España realizado por el Consejo General de la Arquitectura Técnica (Cgate) en colaboración con GAD3, un 40% de los jóvenes reconoce haber experimentado estrés o ansiedad en su casa; un 30%, soledad; y un 23% depresión. Además, un tercio de los hogares en alquiler destinan entre 500 euros y 800 euros al pago de la renta (un 26% en el caso de los propietarios) y el 38% de los ciudadanos se declaran angustiados ante la perspectiva de quedarse sin casa y tener que regresar al domicilio familiar. En el caso de los jóvenes menores de 35 años, cerca de un 40% ha tenido que mudarse por razones económicas. Los datos no son baladíes.
"Lo peor de todo es el machaque mental. No somos capaces de encontrar un piso en Madrid porque no podemos contar con el sueldo de ella. Yo con 31 años recién cumplidos y ella con 28, nos estamos sirviendo de una habitación que tiene mi hermana...", cuenta Iago. "Lo triste de todo esto es pensar que no tengo un mal sueldo pero que esta ciudad me está expulsando", añade el gallego, que días después de estas declaraciones finalmente rompió con su pareja.
"El sueño europeo"
En el otro lado, el más opuesto, se encuentra Julia (nombre ficticio), de 28 años. Esta española de origen uruguayo decidió probar suerte en España cuando se quedó embarazada. Sola, sin ayuda de nadie, cogió un avión y se presentó en la capital ya con su bebé en agosto de 2023. Lo que no sabía es que "el sueño europeo" (como ella misma dice) se iba a convertir en una pesadilla. Tras idas y venidas por pisos para madres solteras y con las ayudas de organizaciones, la Comunidad y algunos de sus amigos, Julia ha ido sobreviviendo hasta acabar en una habitación en el barrio de Usera donde paga 350 euros (en negro). Tampoco tiene trabajo. "Me parece muy loco que familias de cualquier edad y con hijos tengan que vivir con otras porque no pueden alquilarse algo por sí mismos. Incluso si tienes el dinero suficiente para hacerlo es inviable porque el alquiler no puede ser más del 40% de lo que ganes", sentencia.
La primera noche que dormimos allí la niña se tumbó encima de mí y no se soltó. Tenía miedo
Su situación es crítica. Tras pasar incluso por una casa para mujeres víctimas de violencia machista, intentar alquilar con una amiga e incluso presentando a otra como aval, lo único que le quedó fue acudir al piso donde se encuentra subarrendada y que para ella no es óptimo para su hija de dos años. "La primera noche que dormimos allí la niña se tumbó encima de mí y no se soltó. Tenía miedo", reconoce. "Estaba todo sucio, lleno de pelos de animales... la cocina era el baño de los perros. En la cama solo había una sábana bajera y una almohada también sucia. Al día siguiente me levanté y me marché", agrega. La mujer del piso le cobró 12 euros por esa noche.
Con depresión y ansiedad y a la espera de que llegue su cita para el psicólogo, su estado de nervios se ha trasladado a su hija, que durante meses no paraba de llorar. Además, cada vez que van a alguna casa, la niña cree que se quedarán allí a vivir. Está traumatizada. "Hemos vivido situaciones de gran tristeza y desesperanza. Al final no nos quedó otra que volver a aquella vivienda" dice, a la vez que reconoce que le gustaría concienciar a la gente que se plantea tener hijos. "Nos merecemos venir a una familia donde nunca falte lo más básico. Todo esto que estamos pasando mi hija y yo me parece una mierda y lo peor es que socialmente nadie le da ese peso. Quiero dejarle algo a mi hija", asevera.
La sensación de indefensión les hace sentir que, aunque tengan un trabajo y se esfuercen, acceder a una vivienda es muy complicado
"Sensación de indefensión"
"Los problemas de acceso a la vivienda, según estamos viendo en consulta, suelen estar presentes de alguna u otra manera en los pacientes. Ya sea porque la persona es joven aún y quiere plantear su futuro o porque ya tiene una edad u necesita su intimidad e independencia", explica María Flores Pinel, psicóloga y coordinadora de la Asociación Nacional de Psicólogos en Acción (ANPSA). "Esto puede generar muchos problemas de salud mental y una sensación de indefensión al sentir que, aunque tengan un trabajo y se esfuercen, es muy complicado acceder a una vivienda que permita una buena calidad de vida", agrega.
Esa sensación de indefensión que se enclava dentro de los pensamientos intrusivos, lleva a pensar que nada de lo que se hace lleva a solucionar el problema. "Esto lleva a una desmotivación y a pensar que nada de lo que se hace merece la pena", comenta Pinel, que añade que "son pensamientos muy duros", al igual que los que tienen que ver con el futuro y no poder conseguir lo que se tenía planeado. "Pueden generar poco a poco emociones negativas y estados emocionales muy complicados, llegando incluso a la depresión", indica.
Según la psicóloga, los problemas psicológicos que conlleva esta preocupación "pueden ser muy complicados de gestionar, ya que hay muchas variables que no dependen de la persona". Así, apunta a que rodearse de un entorno que muestre apoyo y realizar terapia es fundamental, también encontrar un espacio de desahogo, entendimiento y no sentirse juzgado.
Seis veces más en diez años
En palabras de Javier Muñoz, responsable socioeconómico del Consejo de la Juventud de España (CJE), "en estos últimos diez años han aumentado seis veces más los casos de problemas psicológicos en jóvenes en España". El CJE realizó un estudio junto a Oxfam Intermón denominado Equilibristas y que detalla "las acrobacias de la juventud para sostener su salud mental en una sociedad desigual". Entre los datos a destacar, Muñoz apunta a que "el 70% de los jóvenes (entre 18 y 30 años) que trabajan no pueden permitirse emanciparse o no están emancipados".
Si un joven quisiera ir a dos sesiones de terapia, esto supone al mes un 15% de su salario medio
Además, Muñoz pon el foco en que el el salario medio de los más jóvenes es de 12.000 euros anuales y que "el 56% de las personas con carencias materiales severas, la mayoría jóvenes, tienen problemas psicológicos, mientras que las personas que no lo tienen baja al 30%". En este sentido, el responsable socioeconómico "seis de cada diez jóvenes con carencias materiales han tenido ideas suicidas".
Y va más allá. Según Muñoz, "el 40% de las personas que actualmente no van a terapia no lo hacen porque no quieren, sino porque no pueden pagarlo". En este sentido, desde el CJE abogan porque se palie la situación precaria "porque estos problemas de salud mental tiene su origen en causas estructurales". También abogan por una mejora del sistema público de salud mental y que haya más prevención. "Los jóvenes somos personas muy afectadas por la precariedad y esto incide directamente en la salud mental. Si un joven quisiera ir a dos sesiones de terapia, esto supone al mes un 15% de su salario medio", remata Muñoz.