Repite y vuelve al pasado

Khadija Amin

Desde que me convertí en inmigrante, mi vida ha consistido en llevar las voces de las mujeres a los oídos del mundo. Por eso, desde que llegué a España, han sido muchos los periodistas que me han entrevistado. No dejaré de contestar a mis colegas las veces que haga falta, pero es verdad que volver una y otra vez al mismo sitio, al mismo recuerdo y a la misma oscuridad, noto que va pasándome factura.

Abril, recién terminado, es uno de los meses importantes para mí. Yo nací en abril. Nacemos sin querer y dejamos la vida sin querer. El día que nací, mi madre estaba sola en casa, decidiendo si ir al hospital sin saber que su hija (yo) tenía prisa por nacer. No le di tiempo a llegar. Era el 12 de abril de 1993. Ha pasado 31 años. Mi madre no sabía si sería un niño o una niña; de ser niña querría haberme llamado María, pero mi abuelo eligió mi nombre y mi madre no protestó. "Entonces tendrá dos nombres. La llamaremos María en casa y será Khadija en el tazkra (el equivalente al DNI)".

Nadie conocía a Khadija cuando entré a la escuela, todos se acostumbraron al nombre de María. Desde que me convertí en periodista y fui haciéndome famosa poco a poco, todo el mundo me conocía como Khadija, pero siempre quise que me llamaran María. Cuando empecé a vivir en España, conocí a muchas personas que ya me llaman María.

Este mes de abril tuve una conferencia en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza. Por casualidad, fue en el día de mi cumpleaños. Tenía que hablar de la situación de las mujeres afganas. Fui invitada por 29 Miradas, una exposición fotográfica donde cada fotografía representa una de las restricciones impuestas a las mujeres afganas. En la mayoría de esas fotos, me vi a mí misma. Mi amargo pasado, los seis años que pasé junto a mi exmarido.

Cuando hablo en público, mi dolor se refresca y vuelvo a los días más oscuros y difíciles. Es difícil vivir de esta manera, pero siento que tengo una gran responsabilidad sobre mis hombros. Tengo que contar lo que me pasó porque así les voy a contar también la vida de miles de mujeres en Afganistán. Mujeres que no tienen forma de encontrar la manera de sobrevivir en ese infierno creado por sus familias durante años.

Fran enmarcó una foto de mis hijos en el congreso de Zaragoza, me la regaló con la sala llena de gente que había venido a escucharme. El momento en que me dio las fotos de mis hijos, fue muy emotivo. No pude controlar mis lágrimas pensando en mis hijos, a los que una vez tuve en mis brazos. Extraño el aroma de mis chicos, pero esa ft fue el mejor regalo de mi vida. Era la primera vez en mi vida que alguien me hacía un presente tan valioso en mi cumpleaños.

Había muchas mujeres allí, y la mayoría de ellas lloraron conmigo. Siento la simpatía y la solidaridad de las mujeres que veo, me siento fuerte con ellas. Espero que algún día pueda reunirme con mis hijos y que nuestro viaje termine para siempre.

Tuve otra charla en la universidad de Córdoba y acudí a la exposición de Gervasio Sánchez y Mónica Bernabé. La exposición está formada por 150 fotografías del fotoperiodista Gervasio Sánchez que muestran a mujeres afganas despojadas del velo mostrando su rostro, junto a textos de la periodista Mònica Bernabé.

En la conferencia de Córdoba también vi fotos de mujeres en las que me sentía. Cuando entré al salón, vi a una mujer quemándose para liberarse de una vida libre de violencia, mi garganta estallaba y controlé mis lágrimas porque los reporteros querían entrevistarme y tenía que estar preparada.

Tengo que hacer rodar dos Khadijas, una con mil dolores dentro y la otra una mujer fuerte que lucha por alzar la voz de las mujeres de su país.

Luego me invitaron a dar una conferencia sobre la situación de las niñas afganas en el Instituto Coslada. Cuando hablé de la realidad de las jóvenes mayores de 12 años en Afganistán, todo el mundo se lamentaba. Les pregunté qué pensaban sobre las restricciones impuestas por los talibanes a las niñas afganas. Nadie podía creer que limitara así sus derechos, me decían que tenemos derecho a vivir y a no permitir que nadie obstaculice nuestro progreso y nuestras vidas.

Abril. Tres conferencias y varias entrevistas. En cada una de ellas volví a pasar por el mismo dolor y mi estado mental empeoró mucho. Incluso deseaba poder escapar a un lugar donde nadie me conociera, nadie me preguntara más que: "¿Qué estás planeando hoy? ¿Quieres salir a tomar un poco de aire fresco?". Quería tener una vida completamente diferente.

Pero me repito que si no me convierto en la voz de las mujeres que sufren en mi país, el mundo se olvidará de nosotras. Nadie habla de los problemas de las mujeres afganas. Nadie recuerda en qué forma viven las niñas en Afganistán. Por mucho que el retornar a mis memorias, me hunda, me cause una crisis nerviosa, esa es mi vida y tengo que recuperarme.

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