Los toros también dividen

Como había pocos motivos para la división y el enfrentamiento entre los españoles, ahora el ministro de Cultura ha reaparecido en la escena pública con la recuperación de la vieja polémica que los toros provocan entre los aficionados a las corridas y los fanáticos de la defensa de los animales. Tengo que decir, para evitar dudas, que los toros, a pesar de su ambiente y colorido, son un espectáculo que no me gusta: he ido dos veces a ver festejos acompañado por expertos que me explicaban las claves del arte de la lidia y la verdad es que ni me gustó ni me convencieron; es probable que no vuelva.

Pero ni mi experiencia personal ni mis conclusiones sobre los argumentos que suelen utilizar sus enemigos me incitan, ni nada que se le parezca, a reivindicar que los toros se prohíban o simplemente que se suprima el premio nacional que el bastante ignorado ministro de Cultura ha decidido borrar de un plumazo. Nada sorprendente por otra parte tratándose de un miembro del partido Sumar que se regodea en todo lo que suponga restar, empezando por la libertad de prensa que tanto molesta a los que pretenden invertir esta necesidad que requiere la democracia.

Los toros son una tradición que ha proporcionado grandes obras artísticas y literarias que posiblemente, lo ignoro, el señor Urtasun desconozca. Los enemigos alegan el sufrimiento y la suerte que tienen los toros lidiados como si una vez fuera de la plaza no fuesen matados para que se deguste su carne desde la lengua hasta el rabo. A los que alegan que se usa el animal como espectáculo habría que añadir lo mismo de los que disfrutan en las duras carreras de caballos o galgos y los que practican la caza.

Tampoco puede decirse que los toros son una "salvajada" española: los hay en Francia y nadie dice nada en contra, en Portugal o cruzando el Atlántico en países como México o Perú. Y si se trata de descartar el sufrimiento o abuso a que sean sometidos algunos animales, ¿de qué otra cosa se trata el rodeo con que se deleitan los norteamericanos? Para mi gusto particular no creo que los toros tengan que ser prohibidos: lo ideal será que se mantengan mientras haya aficionados nada sádicos que llenan las plazas en las corridas. El ministro de cultura puede renunciar a asistir, pero no impedírselo a los demás.

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