Las madrastras, las madres de las que nadie habla, alzan la voz: "Te enfrentas al estigma de ser 'la mala'"

Mucho se habla de maternidad pero poco de madrastridad. Este domingo, cuando se celebra el Día de la Madre, muchos hijastros también se acordarán de las parejas de sus padres, mujeres con las que conviven la mitad del año y han creado un vínculo. Una relación que puede ser tan variada como personas existen. La poca investigación social que existe en España sobre la figura de la madrastra muestra que "de manera general, se implican en el cuidado de los hijos que aportan sus parejas" a la nueva familia 'enlazada' o 'reconstituida' pero, al mismo tiempo, están sometidas a un "estrés muy fuerte" por el rol que deben adoptar, que es "muy complicado" porque todavía existen muchos prejuicios y estigmas sobre esta figura que la RAE define en sentido figurado como "madre que trata mal a sus hijos".

Una de las pocas sociólogas que estudia el tema en profundidad es la investigadora de la Universitat de València Elvira Mondragón, inmersa ahora en la redacción de una tesis doctoral que aspira a leer el próximo enero y en la que recogerá los resultados de un trabajo del que avanza algunas conclusiones a 20minutos. La socióloga estima que al menos el 8% de los hogares españoles están formados por familias reconstituidas. Un cálculo que, advierte, ha realizado "a la baja" dado que las encuestas actuales solo contabilizan estos casos cuando el hijo o hija no común a ambos miembros de la pareja pasa al menos la mitad del tiempo con ellos, es decir, la custodia es compartida -el 45,5% de los 81.302 divorcios de 2022, según el Instituto Nacional de Estadística (INE)-. Se deja fuera a los hogares enlazados que conviven con estos menores dos fines de semana al mes. Por ello, Mondragón insta a "ampliar las preguntas de las encuestas" que se realizan para elaborar los censos de población y "conocer en mayor detalle la realidad de una sociedad que ha cambiado mucho" en los últimos años. Según los últimos datos disponibles del INE, en 2011 en España había casi medio millón de familias reconstituidas, que representaban un 6,9%.

Una de estas familias es la formada por Aina Buforn, madrastra de dos niños de 11 y nueve años y madre de otro de cuatro años. Esta valenciana de 36 años se enamoró de su ahora marido, que nunca le ocultó su realidad, y ella dijo "'pa'alante'". "Siempre me he involucrado en la crianza y yo digo que tengo tres hijos". Su relato encaja en la radiografía cualitativa que va dibujando Mondragón en su investigación: "La realidad de ser madrastra es complicadísima porque está introduciéndote en una familia que ya tiene una historia creada en la que no pintas nada y tienes que empezar de cero. Pero además, te enfrentas al estigma social porque todo el mundo te percibe como 'la mala' y como que estás en competición con la ex de tu pareja. Haces un esfuerzo sobrehumano por encajar y demostrar que eres buena, hasta el punto de que eso te cuesta la salud mental y física, que es el gran problema de las madrastras"

Buforn cuenta que ella vive un "idilio" porque sus hijastros la han aceptado "desde siempre". Pero aún así, en la puerta del colegio, ha sentido "miradas de mucho recelo" por parte de terceras personas cuando ha ido a recogerlos. "La sociedad no admite que pueda cuidarlos sin tener que robarle el sitio a la madre, lo cual es absurdo". Esta antigua fotógrafa freelance relata que desde siempre ha cuidado a sus hijastros porque quería demostrarse a sí misma que era capaz de cuidar de dos bebés -comenzó la convivencia cuando tenían dos años y medio y nueve meses- y "porque sentía que eso le hacía feliz a mi pareja". Pero luego llegó su embarazo en común, y eso obligó a "volver a configurarse como familia".

Su propia experiencia le llevó a escribir un blog y, a través de él, descubrió que hay muchas mujeres en su situación, "grandes olvidadas" con necesidad de acompañamiento en lo que define como un "viaje personal". Una de ellas fue Berta Capdevilla, con quien en 2018 creó la Asociación Española de Familias Enlazadas Afín, en la que se enmarca el proyecto Ser Madrastra. En este tiempo han formado una comunidad de más de 10.000 personas entre socias, socios y seguidores en las redes, entre las que también hay madres cuyos hijos conviven con madrastras.

El dilema que peor lleva Buforn es "la falsa competición con la ex" de su marido. "Sentir que las mujeres estamos en competición me hace daño. Es muy complicado ser madrastras sin sentirte denostada o que, socialmente, somos o la una o la otra". En este sentido, tampoco hay hijos de primera o de segunda y, "si hubiera un incendio en casa, lo primero que pensaría es salvarlos a los tres".

El interés del menor prima

La figura de la madrastra -o el padrastro- ofrece una ayuda que "puede ser importante" para la concesión de una custodia compartida, pues "puede facilitar incluso el cumplimiento de las obligaciones con los hijos". Desde la Asociación Española de Abogados de Familia (Aeafa) señalan que la nueva pareja del padre o la madre "nunca puede ser un obstáculo" para otorgar la custodia compartida. Su vocal José Luis Camprano anota a este periódico que la jurisprudencia ya recoge el derecho de ambas partes de un divorcio "a valerse de terceras personas en el cumplimiento de la patria potestad de los hijos".

El derecho aragonés, por ejemplo, ha ido más allá y establece la autoridad compartida entre padre o madre biológica y madrastra o padrastro sobre los menores convivientes, así como la posibilidad de que "fallecido el único titular de la autoridad familiar", su cónyuge pueda "continuar teniendo en su compañía a los hijos menores de aquel y encargarse de su crianza y educación, asumiendo a tales fines la correspondiente autoridad familiar".

El artículo 160 del Código Civil reza que "no podrán impedirse sin justa causa las relaciones personales del menor con sus hermanos, abuelos y otros parientes y allegados". En este sentido, en una sentencia de 2019, el Tribunal Supremo reconoció el derecho de un padrastro o madrastra a un régimen de visitas con los hijastros tras la ruptura con el progenitor biológico al considerarla persona allegada y siempre basándose en las "necesidades afectivas de los hijos tras la ruptura".

En su investigación, Mondragón ha observado cambios en los modelos de familias enlazadas tras comparar los datos del censo de 2011 y 2021. Con diez años de diferencia, ahora hay más hogares reconstituidos en los que ambos miembros de la pareja son de nacionalidad española, mientras que hace una década era más frecuente emparejarse con un persona extranjera. Además, el caso más habitual de familia enlazada es aquella en la que es la mujer quien aporta descendencia, seguidas de las que es el padre quien 'pone' los hijos. En último lugar se encuentran las que son ambos quienes tienen hijos. Además, la psicóloga indica que en la última década ha habido un "crecimiento de las familias reconstituidas que tienen hijos en común, independientemente de que ya tengan de relaciones anteriores".

Desde un punto de vista sociológico, "esto es interesante", comenta Mondragón, que se pregunta "¿cómo son las relaciones entre medio hermanos?". "Son cambios profundos en las familias", abunda, al tiempo que recuerda que es un campo de investigación que surgió en los años 80 del siglo pasado, en EE UU y Francia, focalizándose en los padrastros "porque las custodias las tenían las madres".

En cuanto a las madrastas, la investigadora, tras realizar múltiples entrevistas, maneja la hipótesis -que le falta contrastar- de que "tienen una mayor dificultad para encontrar su sitio en el hogar que los padrastros". Y lo argumenta: "Como tradicionalmente a las mujeres se les ha atribuido el papel de los cuidados en el hogar, las madrastras sienten la exigencia moral de amparar a los hijastros y se implican en el cuidado de los hijos de sus parejas. Sin embargo, socialmente, aún hay prejuicios en contra de las madrastras por la representación de los cuentos infantiles".

Las madrastras tienen "muchas dudas" con la relación con las madres biológicas, a la que "no quieren quitarle protagonismo" y con las que son "muy respetuosas"

Por otra parte, la socióloga ha identificado una "carga cultural" en las madrastras que han participado en su investigación referente a las "muchas dudas" que les genera la relación con las madres biológicas, a la que "no quieren quitarle protagonismo" y con las que son "muy respetuosas". El hecho de "no saber bien de qué cosas encargarse y de qué cosas no" les genera, prosigue Mondragón, "un estrés muy alto". "Esto en las entrevistas es sistemático, el rol de la madrastra es muy complicado", concluye.

A este estrés que sobrepasa también se refieren tanto Aina Buforn como Berta Capdevilla. En el caso de Berta, natural de Barcelona pero residente en Santiago de Compostela, de 37 años, vivió episodios de gran ansiedad al mudarse a la ciudad de su pareja con 25 años y, a la vez, empezar a convivir con su hijastro de cuatro años. "Me volqué en forjar una relación con él, en jugar, hablar, hacer planes juntos... él me aceptó pero yo sentía mucha ansiedad porque tenía mucho miedo de no sentirme parte de la familia. Ahora soy consciente de que lo hice siguiendo el modelo que nos marca la maternidad, sin preguntarme qué me apetecía a mí".

Esta terapeuta de familias asegura que sus primeros años como madrastra, a pesar de ser ella misma hijastra, fue "uno de los momentos más duros de mi vida por el impacto emocional de ocupar ese lugar en la familia, que fue muy fuerte y totalmente inesperado. Inicié un proceso personal que me ha llevado hasta el día de hoy, cuando me dedico a esto, así que imagínate si me impactó", narra a 20minutos. "Mi proceso fue asumir que siempre iba a haber ese vínculo previo entre mi pareja y mi hijastro del que yo no iba a ser parte y aprender a convivir con esto sin sentirme amenazada. Validar mi lugar sin tener que hacer de figura supermaternal para lograrlo porque lo cierto es que yo no tenía un vínculo con esa criatura, me costó tiempo saber qué sentía por él. Hacer de madre era un papel que asumí para conseguir encajar pero no lo que a mí me nacía".

Ahora ya ha logrado "validarse como madrastra sin maternar". Ejerce de madre cuando le apetece, pues la relación con su hijastro, que ahora es un adolescente de 16 años, va "por épocas". "No fue nada fácil. Es una tormenta interior mientras tratas de demostrarle al mundo que no eres una mala bruja sino buena y apta para el puesto", admite.

Para su pareja, cuenta Capdevilla, "también ha sido duro" porque la buena relación entre ella y su hijo "era importante". En la ecuación, hace nueve años, entró el hijo en común de la pareja. La relación entre los hermanos también ha pasado por diferentes etapas y verlos ahora jugar juntos y llevarse bien es algo que le "colma de felicidad". Para ella, asegura, el bienestar de su hijastro es "fundamental", si bien reconoce que no puede sentir lo mismo. "Es como si yo le pregunto si me quiere igual a mí que a su madre. No, no me quiere igual, y está bien así", asegura esta joven, que se considera madre de su hijo y madrastra de su hijastro.

Es más difícil de componer el vínculo cuando está toda la familia al completo"

Berta relata algo que asegura que es muy común entre las madrastras: "Es más difícil de componer el vínculo cuando está toda la familia al completo. Cuando pasamos tiempo a solas es cuando más complicidad construimos con sus hijastros".

Berta subraya que "cuando te conviertes en madrastra, sientes que estás bajo examen y que, hagas lo que hagas, al final, suspendes. Si te implicas mucho, ofendes a la madre; si no te implicas nada, ofendes al padre. En el colegio está bien que aparezcas, siempre y cuando no sean espacios socialmente reservados para la madre. Es una sensación de que no consigues nunca que te absuelvan de las dudas que hay sobre ti. Hay que asumir que no vas a contentar a todos". Y concluye: "Hay muchas maneras de ser madrastra y de escapar de la comparación entre madres y madrastras. Hay lugar para todas y todo el mundo tiene un lugar y aporta valor a la familia por ser quien es, no porque sustituye a alguien".

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