Científicas españolas, de regreso de la Antártida: "Está sufriendo y si ella sufre, todos sufrimos. Es nuestro termostato"

Hace unos meses 188 mujeres de 25 países, siete de ellas españolas, viajaron en dos barcos desde Usuhaia (Argentina) a la Antártida con el objetivo de colaborar entre sí y aportar conocimiento para hacer frente a los retos más acuciantes de la emergencia climática: desafíos actuales como la inteligencia artificial, la energía o la conservación de los océanos. La expedición, que duró 21 días y no fue siempre cómoda —tuvieron que tomar pastillas para el mareo, aprendieron a caminar por el barco con olas de 10 metros y a dormir con una barrera anticaídas—, busca formar a mujeres científicas como líderes de un futuro sostenible.

Entre las participantes de la Homeward Bound, hasta ahora la mayor expedición de mujeres a la Antártida, estaba Anna Ferrer-Mateu, astrofísica canaria experta en galaxias que, este jueves, ha contado su experiencia ante medio centenar de escolares, en un acto para inspirar a la infancia en la elección de carreras científicas.

"En la Antártida hemos visto lo que no deberíamos haber visto", ha dicho. "Demasiado hielo en el mar, problemas de gripe aviar... La Antártida está sufriendo y si ella sufre, todos sufrimos. Es nuestro termostato del planeta. Está lejos, parece que no es importante, pero lo es, porque todo acaba por llegarnos". Y ha recordado que hay que cuidar este planeta porque "de momento" no hay otro disponible, bien lo sabe ella que se pasa la mayor parte del tiempo mirando a las estrellas.

Hilde Pérez García, profesora de ingeniería mecánica y directora del centro de supercomputación de Castilla y León, también viajó en la expedición Homeward Bound. Pisar "la zona cero del cambio climático" le permitió conocer de primera mano lo que le ocurre al planeta y decidió empezar a dar pasos para un futuro sostenible.

De un viaje a la Antártida se vuelve cambiada, han relatado. La astrofísica Anna Ferrer-Mateu, que normalmente tiene la cabeza fuera del planeta, ahora está "todo el rato hablando lo que pasa en la Antártida". A los chavales les ha dicho que cada cual puede contribuir de manera diferente ante la emergencia climática. Alejada del catastrofismo, opina que avanzar sin embargo requiere presión. "Como para hacer hielo, presión de abajo y de arriba. Para cambiar esta deriva climática se tiene que presionar desde abajo, con la gente que ponemos nuestro granito en la divulgación, siendo embajadoras de la Antártida, pero también desde arriba, desde el poder y los Gobiernos aprobando políticas eficaces".

Ferrer-Mateu contó a la audiencia de niños y niñas de 11 años que ha vuelto impresionada por el "silencio" de la Antártida, quebrado solo por el ruido del hielo al romperse o el charloteo de los pingüinos. Y que tras la experiencia confía en ayudar a minimizar el impacto de la ciencia en el medioambiente. "Mis herramientas, los telescopios, están en sitios preciosos, montañas, islas o volcanes. Se pusieron ahí hace 50 años, pero los próximos observatorios no deberían usar energías fósiles ni perturbar el entorno". Algo parecido busca Hilde Pérez, que ha vuelto del viaje convencida de que no hay tiempo que perder ni esfuerzo que escatimar. Desde su posición al frente de un centro de supercomputación leonés busca que la inteligencia artificial sea "energéticamente más sostenible".

En la charla inspiradora sobre las ciencias para crear un mundo mejor, Pérez ha recomendado a los alumnos estudiar ingeniería, "barriendo para casa", ha dicho, "porque la tecnología permite que la ciencia avance". La astrofísica Ferrer-Mateu ha contado que supo a los 5 años que quería ser astronauta y que cuando comprendió que no saldría del planeta, decidió estudiar el Universo. Las matemáticas se le daban "muy mal", pero las sacó con motivación y empeño. A los alumnos les aconsejó mantener la curiosidad y disfrutar del viaje de la vida, a menudo tan cambiante.

Cambiantes fueron los inicios de la ingeniera a los mandos de la segunda mayor supercomputadora de España. Pérez ha recordado que "lo normal" de joven es no saber qué quieres. "Yo un día quería ser informática, otro arquitecta, otro matemática y al final, ingeniera. Lo que eres lo vas encontrando a lo largo del camino, transcurren años hasta que te das cuenta de que estás en el sitio en el que quieres estar", ha dicho antes de recomendarles que, hagan lo que hagan, "le pongan ganas a la vida".

Gracias a las preguntas de los alumnos, las científicas han resuelto que a bordo del barco en la Antártida se hablaba fundamentalmente en inglés, aunque hicieran piña las hispanohablantes, que les fascinó ver a dos orcas nadar junto al buque y el miedo que sintieron en el Paso de Drake, cruce de los dos océanos en el que las olas de 10 metros les impedían dormir, caminar rectas y no marearse. De la experiencia de compartir conocimientos en un espacio tan pequeño con decenas de científicas de todo el mundo, contaron que provocó tanto risas como llantos. "Lloramos muchísimo, estábamos todo el rato a flor de piel, era todo tan sensible", han recordado. Una vulnerabilidad que después descubrieron serviría de palanca hacia la fortaleza de la colaboración. Pérez se ha parado a recordar las gamas de azul del hielo. Y Ferrer-Mateu el silencio de la Antártida que le contó lo que le sucede al planeta.

Los escolares, que antes de la charla visionaron el documental que narra la peripecia ('Un viaje infinito') escuchaban atentos y curiosos. Entre ellos, María, de 11 años, que a la salida se reconocía como científica ya que de mayor quiere ser "geóloga". Tal vez María pueda ser futura expedicionaria de Homeward Bound. Porque, aunque la organización ha renunciado a seguir yendo a la Antártida por razones medioambientales (el último viaje será en enero de 2025), aspiran a formar en liderazgo climático a 10.000 científicas de aquí hasta 2036.

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