Ducha por la mañana o por la noche: ¿qué dicen los expertos?

En contra de lo que se pensaba en otros tiempos, las nuevas corrientes sanitarias nos invitan a no abusar de la higiene para mantener la inmunidad e integridad de la piel, el órgano más extenso de nuestro cuerpo. Además, aunque no se habla demasiado sobre el asunto, las enfermedades cutáneas pueden tener efectos indeseables en nuestra salud mental. Por eso, la piel debe permanecer 'a salvo' de agresiones.

La doctora Jenny Dávalos, miembro del Grupo de Dermatología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) confirma la teoría de que no debemos ducharnos más allá de una o dos veces al día, con puntualizaciones que expondremos a continuación, y pone el foco más bien en la temperatura del agua y en la duración, elementos realmente importantes.

Ducharse: un gesto necesario, en su justa medida

Ducharse es vital para la salud no sólo de la piel, sino también del cuero cabelludo, el sistema vascular, el cardíaco y el nervioso, entre otros. Para la dermatóloga Dávalos, quizá la fórmula ideal sea la de la ducha con agua templada por la noche, con el objeto de relajarnos (si hemos estado en el gimnasio nos vendrá de maravilla puesto que es antiinflamatoria muscular).

En este caso, la doctora incluiría el lavado del cuero cabelludo para mantener las características del folículo piloso intactas. Una recomendación importante: no dormir nunca con el pelo húmedo. Por la mañana, la especialista propone una ducha rápida también con agua templada pero sólo en el cuerpo, para incrementar la energía, la circulación, las terminaciones nerviosas y el estado de alerta. Y no más. Dos duchas máximo al día.

La importancia de la temperatura del agua de la ducha

"La piel está regulada por infinidad de células, todo un ejército, que se ocupa de mantener la integridad de sus funciones barrera así como la humedad. Cuidarla y limpiarla con agua templada (no más de 28º-30º) hará que tengamos buen color, y que estéticamente se vea agradable y sana".

Aunque es cierto que en función de la estación del año en la que nos encontramos nos apetece más una ducha caliente (en invierno, reconfortante) o fría (para combatir el calor y la sudoración excesiva en verano), lo correcto es que el agua siempre esté templada.

Hay personas que no toleran las duchas frías y otras tampoco las duchas calientes. "Sea como sea, tampoco es bueno excederse con esta tarea de higiene personal debido a que la piel puede resentirse y dejar de cumplir su misión defensiva del organismo, su efecto barrera. Para mantener la salud cutánea durante las duchas frías o calientes se recomienda lavarnos la cara y ducharnos con agua tibia siempre".

Si el agua que utilizamos es templada, estaremos asegurándonos evitar riesgos en caso de padecer alguna patología cardíaca o dermatológica. "Si tengo insuficiencia venosa, llego a casa agotada y me quiero duchar con agua caliente van a agravarse las arañas vasculares. Además, los cordones varicosos pueden mostrar mayor sensibilidad y más dolor".

¿Qué sucede si utilizo agua caliente en la ducha?

El agua caliente dilata los vasos sanguíneos, y hace que la sangre fluya por nuestro cuerpo con mayor facilidad. Sin embargo, entre sus efectos secundarios indeseados están que provoca flacidez y reseca la piel. "Con la sequedad cutánea aparece el picor y en ocasiones la dermatitis atópica. Si usamos encima agua caliente, empeoramos el picor y eso nos impedirá descansar por la noche".

El agua caliente, también, provoca inflamación e irritación. "Al tener un efecto vasodilatador, el agua caliente usado de forma habitual empeora las arañas vasculares y favorece la aparición de las rojeces en la piel. Y el cuero cabelludo, aunque no lo vemos, sufre consecuencias parecidas. Eso sí, si tenemos contracturas, produce cierto efecto relajante".

Los efectos de usar agua fría en la ducha diaria

El agua fría ayuda a tonificar los músculos, cerrar los poros, conservar la fase lipídica cutánea, mejorar la circulación e incrementar la energía, puesto que las terminaciones nerviosas se activan en respuesta al frío que sienten.

Sin embargo, ducharse cada día, de arriba abajo con agua fría, puede ser poco apetecible. Por eso, la recomendación de los expertos es utilizar el agua tibia.

Las duchas, cuanto más breves mejor

Es cierto que no hay (casi) ninguna sensación tan placentera como situarse bajo la ducha con el agua caliente y permanecer ahí tiempo indefinido. Los expertos, sin embargo, lo desaconsejan.

La Sociedad Española de Dermatología recomienda que las duchas diarias no excedan en ningún caso los 10 minutos. La doctora Dávalos, incluso, reduce el tiempo de exposición a 5 minutos máximo, "por no hablar de que la OMS pide no gastar más de 95 cl de agua".

Más allá de los 10 minutos que recomiendan los expertos "va a aparecer la flacidez, la sequedad cutánea, y el picor. Si estamos mucho tiempo, la dermatitis se inflama y el problema pasa a mayores. "Relajar la musculatura es muy beneficioso bajo el agua de la ducha, pero no podemos exponernos más de 5 minutos si queremos mantener nuestra piel en forma".

La mejor ducha posible

La doctora Dávalos recomienda por encima de todas, la ducha progresiva. ¿En qué consiste? "Consiste en empezar la ducha con agua tibia o ligeramente caliente, e ir incorporando agua cada vez más fría de forma progresiva. Se suele hacer en tres fases", según explica la dermatóloga.

En una primera fase humedecemos el cuerpo con agua caliente durante unos minutos. Sobre todo, las manos, los pies y el rostro que es donde se encuentran la mayor parte de los receptores térmicos del cuerpo.

Poco a poco vamos bajando ligeramente la temperatura del agua. Una vez que se ha adaptado tu temperatura corporal a la del agua, vamos bajando aún más los grados del agua para finalizar los últimos segundos con un chorro de agua fría.

Para mayor contraste, una buena rutina consiste en ir aplicando el agua fría desde los tobillos hasta la pantorrilla, en sentido ascendente y dibujando círculos, para activar aún más la circulación y cerrarle así el paso a las temidas arañas vasculares, que en ocasiones llegan a ser muy dolorosas.

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