De las expectativas a los hechos

Asistimos expectantes a un ataque de represalia de Irán sobre Israel como consecuencia de una acción previa sobre el consulado iraní en Damasco (Siria) que se cobró la vida de siete altos mandos de la Brigada Quds de la Guardia revolucionaria de Irán (IRGC). Conviene recordar que fue Estados Unidos en el año 2020 el que, en el aeropuerto de Bagdad, eliminó mediante la acción de un aparato tripulado remotamente al entonces jefe de la Brigada Quds, general Soleimani, responsable de la extensión, formación, coordinación y apoyo de todos los movimientos terroristas y subversivos que patrocina Irán fuera de sus fronteras, con especial incidencia en Siria, Líbano, Irak y Yemen e incluso la Franja de Gaza y Cisjordania. En aquel momento, las acciones de represalia se circunscribieron a las fuerzas norteamericanas desplegadas en Jordania e Irak sin ir más allá.

Las primeras noticias sobre un hecho tan relevante como el ataque a Israel por parte de Irán están teñidas de sesgos diversos en función de intereses antagónicos, caben unas primeras reflexiones que habrá que ir matizando más adelante.

La primera, es un hecho objetivo: Irán ha atacado a Israel en su territorio por primera vez desde que el régimen de los ayatolás controla el país (1979). Ello supone una escalada unilateral por el hecho en sí (agresión directa), por el esfuerzo empleado en la acción (cantidad de elementos con capacidad e intención letal empleados) y por la dimensión geopolítica de sus consecuencias (inseguridad regional con riesgo de desbordamiento del conflicto y proyección de crisis).

La segunda, es una valoración desapasionada de resultados. Parece claro que no se ha tratado de un hecho puntual, sino que perseguía una acción devastadora a gran escala sobre —no se sabe muy bien qué— dentro de Israel. Cabe pensar en instalaciones militares, centros logísticos, poblaciones... De unos trescientos artefactos empleados de distintas características y capacidades (drones, cohetes, misiles de corto y medio alcance y misiles balísticos de alcance intermedio) lanzados desde Líbano, Siria, Irak e Irán, únicamente se han computado siete impactos de misiles balísticos de alcance intermedio en el desierto del Neguev, sobre una base de la fuerza aérea israelí e instalaciones próximas. Israel afirma un 99% de neutralizaciones sobre todos los vectores empleados; probablemente no sea así, pero, en cualquier caso, lo que se ha puesto de manifiesto es la superioridad tecnológica en el enfrentamiento de Israel sobre Irán.

La tercera, tiene que ver con quién consigue qué. Al margen del relato creado por las autoridades iraníes —que es para consumo interno y de todos aquellos movimientos vinculados a Irán— la realidad habla de una solidaridad firme y extendida en apoyo de Israel. Estados Unidos vence sus reticencias y apoya directamente con sus medios a la defensa de Israel, igual que hace el Reino Unido, Francia e incluso Jordania. El "desafío iraní" se ha celebrado en Beirut, Teherán, Damasco, la explanada de las mezquitas de Jerusalén y en comunidades musulmanas en Europa. Es una celebración de corto recorrido, las consecuencias están por venir, e independientemente de que Irán haya justificado el ataque en función del derecho a la legítima defensa consagrado por el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas y se dé por satisfecho (esto último no deja de tener un punto de prudencia), no parece probable que Israel lo perciba en los mismos términos y, por tanto, ahora mismo esté calibrando la respuesta adecuada —no sé si proporcional— a la agresión.

Por último, lo que se percibe en la escena internacional es un error iraní (expectativas sobredimensionadas), una capacidad de Israel más allá de lo esperado (los hechos), y un horizonte de incertidumbre que puede desembocar en una indeseable escalada. Lo mejor que nos puede pasar es que sea una un fiasco sin mayores consecuencias. Necesitamos reflexión y contención, porque fuerza letal sobra.

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