Las inútiles comisiones

Hay gente dedicada a inventar objetos muy ingeniosos, pero que no sirven para nada. Anda por ahí un lavabo sin sumidero. O un tenedor que en vez de mango para asirlo tiene una cadenita. Un rodillo para amasar que no es cilíndrico sino rectangular. Una bicicleta con ruedas cuadradas. Mi amigo Ramón, obsesionado con que algún día le robarían en casa, tenía detrás de un cuadro, empotrada en la pared, una caja fuerte de imponente aspecto… pero que en realidad era de cartón; según él, tenía la ventaja de que era mucho más barata que las de metal, y además tenías que acercarte mucho para darte cuenta del engaño.

A la crecida lista de cosas inútiles habría que añadir las comisiones parlamentarias de investigación. Desde que comenzó nuestra democracia se han creado decenas y decenas, casi para cualquier cosa. Consisten en que, en primer lugar, el Congreso aprueba una comisión que investigue lo que sea. Luego se nombra a un variable número de diputados que la forman, y que cobran un jugoso sobresueldo por el tremendo esfuerzo que van a hacer. Después se llama a los comparecientes, que van allí a contestar preguntas. Por último, la comisión emite un dictamen en el que los diputados dicen lo que les parece. Y se acabó.

Los diputados no son jueces ni fiscales. Su intervención en las comisiones no tiene, pues, ningún efecto, digan lo que digan: de allí no sale nadie detenido ni absuelto ni condenado, ni siquiera multado. La única consecuencia que tiene el “trabajo” de esas comisiones es, por así decir, moral, aunque mejor sería calificarlas de publicitarias o televisivas. Como tantas veces ocurre en el pleno del Congreso, los diputados van allí a insultarse de la manera más soez… y a nada más.

Eso mismo pasa con las comisiones. Al compareciente, sea quien sea, los del partido rival le preguntan barbaridades, le meten el dedo en el ojo y procuran cabrearlo o al menos ridiculizarlo. Si lo consiguen, eso será noticia durante unas horas. No otra cosa era lo que se intentaba. Eso es lo que sucederá si, en la comisión que ahora se trata de levantar, acuden Ayuso, el novio de Ayuso, el testaferro del novio de Ayuso, Koldo, la madre de Koldo y el sursum corda. Saldrán por la tele. Otra vez. Al final, la comisión dictaminará lo que quiera, que no servirá para nada, y cada uno a su casa.

Aparte de llevarse un muy sabroso dinero que pagamos entre todos, ¿esta gente no tiene nada mejor que hacer? Es preferible el lavabo sin sumidero, la plancha sin asa o la caja fuerte de cartón. Por lo menos tienen gracia.

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