Insonorización de los Ejércitos

¿PREGUNTAR OFENDE? por Miguel Ángel Aguilar

Por fin la Legislatura alcanza velocidad de crucero. Así parece deducirse, por ejemplo, de la firme decisión del Ministerio de Defensa de combatir la contaminación acústica en las Fuerzas Armadas mediante un plan que reduzca los ruidos originados por los Ejércitos en el curso de las maniobras o ejercicios que se desarrollen en las inmediaciones de núcleos urbanos y evitar así las molestias consiguientes a la población civil, todo ello sin afectar a la operatividad de las misiones militares. Parecería, según adelanta el digital Vozpópuli que, una vez debidamente informado, el Ministerio de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes ha procedido a recoger esta iniciativa del Departamento de Defensa en su Plan Anual Normativo de la Administración General del Estado para 2024, de manera que acabará plasmada en un real decreto para insonorizar las Fuerzas Armadas. Llegados aquí, observemos las diferencias respecto de los tiempos en que las preocupaciones surgían del ruido de sables y del estado de opinión en las unidades.

El objetivo es reducir el ruido provocado por las actividades militares con la finalidad de evitar los daños que del exceso de decibelios pudieran derivarse para la salud humana, los bienes o el medio ambiente. Por otra parte, el Departamento de Margarita Robles asegura que buscará la compatibilidad de esta iniciativa "con las misiones asignadas a las Fuerzas Armadas en aras de que quede garantizada la salvaguarda de los intereses de la defensa nacional, así como de la seguridad y eficacia de sus organizaciones e instalaciones". Todas estas delicadezas traerían causa de los sobrevuelos en plena noche del espacio aéreo del País Vasco y Navarra, a principios de 2023 por un caza F-18 del Ejército del Aire que generaron un ruido inhabitual para los vecinos e incentivaron al grupo parlamentario de EH Bildu a pedir explicaciones en el Congreso de los Diputados.

Hay otros ruidos y otros silencios que convendría examinar con extremo cuidado. Por ejemplo, los que están pasando inadvertidos en torno a la venta de acciones de casi diecinueve millones de euros en las dos últimas semanas de uno de los principales grupos mediáticos españoles, cuyo actual accionista de referencia pareciera andar buscando una retirada sin incurrir en daños propios. Es bien sabido que hay cabeceras periodísticas que añaden valor al país que las abandera y, por eso, es inaudito que en España no hayan surgido que se sepa grupos financieros o empresariales capaces de tomar el relevo del inversor que lleva amagando con desertar entregando la llave de paso a un francés alineado con el lepenismo.

¿Volverá a conformarse así el aciago pronóstico de Rafael Sánchez Ferlosio de que "vendrán más años malos y nos harán más ciegos"? Es que nadie ha tomado en cuenta que, como decía nuestro autor, "la comunicación ha alcanzado tal volumen y tanta prepotencia, que las noticas pesan muchísimo más que lo notificado; que las noticias son más hechos, hacen u ocurren enormemente más que los hechos mismos de los que dan cuenta; y que, por eso, a espaldas de la noticia que hace, se ha desarrollado, como por contrapunto, la acción que dice". Atentos.

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