Trump vende biblias

Donald Trump, que no gana para darnos sorpresas, se ha convertido. ¿A qué? Pues a la religión cristina, concretamente a la Evangelista, a qué va ser. Sí, es cierto, siempre ejerció de ateo, nunca que se sepa dio ejemplo ni de piedad ni de luchador contra el pecado. Lo suyo siempre han sido los negocios más o menos enmarañados y los burdeles, se supone que de alto standing, pero en la vida se producen milagros y cuando se trata de dinero unido a la religión, que es lo suyo, ni se cuenta.

Ahora lucha con éxito en las primarias republicanas para postularse como candidato presidencial y regresar a la Casa Blanca, donde parece que se encontraba a gusto. Lo que ocurre es que los jueces -que allí el Gobierno no interfiere en sus decisiones- no parece que estén por la labor de indultarle ni amnistiarle de las decenas de procesos variados que enfrenta. Debe de ser complicado eso de tener que salir corriendo del juzgado rodeado de escoltas para dar un mitin electo contra la corrupción, tema que domina.

Pero en los Estados Unidos la Justicia escucha y, llegado el caso, condena. Estas semanas pasadas le condenaron a desembolsar una fianza de 350 millones de dólares. Una pasta gansa, más que los presupuestos de algunos países que cuelgan dignamente su bandera ante el edificio de la ONU. Y resulta que el magnate no tenía suelto ni sus casinos y depósitos en Wall Street estaban preparados para asumir la fianza. Debió costarle lo suyo tener que reconocer la insolvencia, pero sus abogados, que viven como lapas pegados a su cartera, consiguieron que de momento la fianza se redujese a la mitad.

Entre tanto, él no se limitó a esperar y ver. Sus reflejos parece que le llevaron a recuperar la fe y, al mismo tiempo, aprovechar la circunstancia acorde con las recuperadas creencias que no condenan la usura. Así que, para evitar dudas, lo primero que se ha ingeniado es vincular la fe con el negocio: en cuestión de horas puso en marcha con una campaña nacional de defensa de la religión, de la necesidad de practicarla y cumplir los preceptos, empezando por convertir a la Biblia como lectura cotidiana con el fin de que el bien se propague entre todos.

Y para facilitar las cosas ya se apresuró a relanzar la edición de biblias que se están distribuyendo con gran profusión no solo en las librerías: también en las iglesias y centros parroquiales. El precio lo ha fijado en 60 dólares el ejemplar, pero para responder a las técnicas del marketing los ofrece rebajados a 59,99. El envío por correo es por cuenta del comprador. La iniciativa se anticipa que es acertada, tanto que puede suponer una buena inyección financiera para sacarle de apuros y poder continuar con la campaña política en que tiene depositadas todas sus esperanzas.

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