Nuevo panfleto desde el planeta de los simios

Vázquez Montalbán era un hombre del Raval, de esa Barcelona sucia de posguerra que olía a salitre y que aspiraba al colosalismo. Era una ciudad con pretensiones de gran metrópoli, que quería sustituir a los héroes de barrio por los dioses de las ferias, los congresos y las olimpiadas. Desde el Raval de la inmigración española, Vázquez Montalbán describió una Barcelona de la que apenas queda un recuerdo de encendida literatura. Nada queda de aquello, a lo más, una frugal nostalgia del mercado de la Boquería convertido en lugar de encuentro de mastuerzos rollizos que han venido a España en busca de un paraíso perdido.

Vázquez Montalbán escribió Panfleto desde el planeta de los simios en sus días del Raval. Y pasó revista a todas las miserias posibles en un mundo devorado por el agotamiento de los valores democráticos y por la pérdida de referencias intelectuales. Hoy, como en esa España de Vázquez Montalbán, la decadencia y la degradación se han instalado definitivamente. No hay razones para el optimismo en un país entregado a la vulgaridad, a las ruinas de la desinformación y al peor gregarismo irracional. Ya no hay utopías ni razones para la esperanza. La política es una combinación de oportunistas sin escrúpulos y pendencieros de gatillo rápido, dispuestos a hacer del insulto y de la provocación su forma de vida. Los intelectuales no están, y los que dicen que lo son se han vendido por dos cuartos de real a los poderes constituidos.

Será que los dioses han muerto, como sostenía Vázquez Montalbán. Y, muertos los dioses, los hombres, convertidos en simios, se han hecho con el planeta como ciudadanos emergentes que viven bajo el soma anestésico de las redes sociales. No hay luchas finales, no hay regreso de la historia, se vive el día a día, y ya está. Y es cierto que, probablemente, el bien no exista, pero de lo que no queda ninguna duda es de que el mal parece ser que sí. Y está presente en cada uno de nosotros, convertidos en el altar del peor sentimentalismo, de la zafiedad, sin más sueño que el de cubrir nuestro hedonismo degradante. Los espejos se han roto, pero lejos de hacer una revisión reflexiva de todo para superar la crisis que vivimos, nos dejamos llevar, entre insultos en Twitter, fotografías en Instagram y golpes de pecho en WhatsApp.

La política es una combinación de oportunistas sin escrúpulos y pendencieros de gatillo rápido, dispuestos a hacer del insulto y de la provocación su forma de vida

Europa es otro imaginario del que apenas queda nada, a unas semanas vista de las elecciones. La utopía europea se sustituyó, por desgracia, por una tecnocracia asimétrica donde los Estados de toda la vida, con sus intereses propios, tutelan el proyecto. Los simios recorren España y Europa, una especie animal nueva que se ha impuesto a la razón y a la ideología. Pocos formamos parte ya de la última promoción de racionalistas no arrepentidos. Y cada vez seremos menos.

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