Tiempo de reflexión

La intriga, como en las mejores novelas policiacas, no se resolvió hasta el último momento. Pedro Sánchez se tomó cinco días para reflexionar sobre su futuro y decidir, finalmente, que se quedaba como estaba; y los más afortunados han disfrutado esta semana de unos días de puente para terminar de digerir el suceso que ha mantenido en vilo al país, convertido en un casino de apuestas, sobre cuál sería la decisión final del presidente del Gobierno.

El desenlace, como era de prever, ha suscitado reacciones opuestas. Euforia, entusiasmo y alivio entre sus colaboradores más cercanos, simpatizantes y votantes y duras críticas entre sus adversarios. Normal, no cabría esperar otra cosa.

También tenemos otra reacción, la del desconcierto de muchos ciudadanos, esos que deciden su cambiante voto en cada elección y asisten con perplejidad a los vaivenes de esta legislatura, en la que no se sienten reflejados, sino más bien espantados del espectáculo de un Parlamento que, en ocasiones, se asemeja a un plató de Sálvame.

Puestos a reflexionar hay tarea para todos. El PSOE, que cerró filas en torno a su líder, vivió la zozobra del ¿y ahora qué si Pedro se marcha? Porque no parecía nada claro el mecanismo de recambio en un partido muy dependiente de las decisiones del secretario general. Sánchez se jugaba su futuro y arrastraba al partido en su decisión.

La oposición y el resto de los partidos, ante esta tensa situación, también tienen que replantearse su papel y lo que sus votantes esperan de ellos. Después... que las urnas decidan.

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