Cuatro años de vértigo

Cuando aquí todavía seguimos metidos de lleno en esta vorágine electoral, nos quedan todavía las europeas, en unos días o semanas estaremos contándoles cómo se desarrollan unas elecciones que nos impactan a todos: las americanas. Quien ocupe a partir de noviembre la Casa Blanca puede determinar qué pase con la guerra de Ucrania o con el conflicto de Gaza, cómo afrontaremos la expansión del mercado chino, la mayor influencia de grandes fortunas y fondos de países como Emiratos en empresas estratégicas de nuestro país, o cómo controlaremos herramientas que están en nuestro día a día, como la inteligencia artificial o redes como Instagram.

En este mundo globalizado todo está conectado y sí, quien tome las decisiones en el despacho oval los próximos cuatro años nos puede afectar a nosotros también. El peso de Estados Unidos en la política internacional es cada vez más menguante, pero sigue siendo decisivo. Y por eso es de vital importancia conocer a quien, ahora mismo, lidera todas las encuestas: Donald Trump. Seguro que piensa, ‘bueno, lo conocemos muy bien’. Permítame sorprenderle o hacerle que se sorprenda tanto como lo he hecho yo escuchando el testimonio de quien fue su mano derecha durante años, su guardián de los secretos, su abogado de cabecera.

Acabaron mal, muy mal y, de hecho, él ha testificado en su contra en el juicio que se está celebrando en Nueva York por el soborno a la actriz porno Stormy Daniels. En su primer día ha hecho un retrato de Trump demoledor: un mentiroso compulsivo, un hombre al que le importaba sobre todo él y nada más que él. Qué pasara con su mujer, qué pensara por haberle sido infiel mientras ella estaba embarazada, le traía al pairo.

Pero, además de esa endogamia enfermiza, resulta que el millonario que se jacta constantemente de lo rico que es y del dinero, mucho dinero, que tiene en sus cuentas bancarias, también es un agarrado de tomo y lomo.

Sí, a Trump le cuesta pagar lo que debe. Y, de hecho, hay que perseguirle, insistirle e incluso amenazarle para que salde sus deudas. Lo ha contado su abogado porque a él también le pasó. Cuando le tocó pagar el dineral con el que iban a comprar el silencio de Daniels, se hizo el remolón. Estuvo meses dando largas y tuvo que ser su abogado el que adelantara el dinero cuando ella amenazó con contarlo todo en los medios. Y debió de ser más bien tacaño con la prima que le pagó al letrado por su trabajo.

Bueno, pues este hombre, del que cada día cuesta entender cómo puede ser creíble para una gran parte del electorado americano, tiene muchas papeletas de volver a ocupar la presidencia de Estados Unidos. Serán cuatro años de vértigo si eso ocurre. Estoy segura.

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