La evolución de las 'urnas europeas' en España: así ha cambiado el voto desde las primeras elecciones al Parlamento Europeo

Cuarta cita electoral de España en 2024. Tras las elecciones gallegas, vascas y catalanas celebradas en febrero, abril y mayo respectivamente, no hay tregua para partidos políticos y votantes españoles. Junio arranca con la celebración de nuevas elecciones europeas conjuntas en las que podrán votar más de 400 millones de ciudadanos de la Unión Europea (UE) para que la institución supranacional de 27 Estados Miembros pueda renovar su Parlamento. Los comicios tendrán lugar entre el 6 y el 9 de junio, aunque los 38 millones de votantes españoles efectuarán el sufragio el último de estos días, el domingo 9 de junio.

La Eurocámara es la única institución de la UE elegida directamente por los ciudadanos y España es el cuarto país con más representación dentro de ella: ocupará en la próxima legislatura 61 de los 720 escaños del hemiciclo, solo por detrás de Alemania (96), Francia (81) e Italia (76). Desde la entrada del país en la Unión en 1985, los españoles han acudido a las 'urnas europeas' en ocho ocasiones para elegir a los representantes que viajarán a Bruselas, Estrasburgo y Luxemburgo -las tres sedes del Parlamento-, y la dinámica de voto ha sido muy cambiante, comúnmente influida por las cuestiones domésticas. ¿Cómo ha evolucionado el voto de los españoles en el histórico de los comicios europeos?

1987: primeras elecciones, en solitario

Las primeras elecciones europeas celebradas en España se convocaron para el 10 de junio de 1987 de forma aislada en el territorio español (no con el resto de países de la Unión). Esto se debió a que el acuerdo de adhesión de España en la UE (entonces llamada Comunidad Económica Europea) en 1986 concretaba un plazo máximo de dos años desde la ratificación del pacto para celebrar elecciones al Parlamento europeo, y como la próxima convocatoria conjunta de la Unión estaba prevista para 1989, se forzó una cita electoral especial en España (lo mismo le ocurrió a Portugal, que se unió en las mismas fechas y términos). Antes de las elecciones, se hizo una distribución proporcional de los diputados y senadores para que España estuviese representada en 1986 y hasta las elecciones de 1987.

La elección de los 60 europarlamentarios españoles para el órgano legislativo de la UE sucedía en medio de la segunda legislatura de la entidad (1984-1989), por lo que sus mandatos tendrían una caducidad de dos años, hasta la siguiente cita electoral. Las elecciones europeas del 87, que España hizo coincidir con las autonómicas y municipales, llevaron a Bruselas una mayoría socialista, ya que el PSOE consiguió 28 de los 60 escaños, seguido de Alianza Popular, predecesor del Partido Popular, que obtuvo 17.

Con menor representación estaban Centro Democrático y Social (CDS), que logró 7 europarlamentarios; Izquierda Unida (IU), que entró con 3; y los partidos soberanistas, que arrancaron con 5 electos: Convergència i Unió (CiU, nacionalistas catalanes) alcanzó 3, Herri Batasuna (HB, izquierda abertzale) se estrenó con uno y Por la Europa de los Pueblos (coalición nacionalista periférica de izquierdas) empató con otro. Cabe destacar que estos comicios registraron la tasa de participación más alta de todo el histórico electoral de España en unas elecciones europeas, es decir, el dato de participación no se ha remontado desde entonces.

1989: la pluralidad de partidos, en máximos

España y Portugal entraron en la normalidad electoral europea en 1989, y en este caso sí celebraron las elecciones al mismo tiempo que el resto de EEMM. La mayoría socialista que la Eurocámara mantenía desde el primer sufragio en 1979 cumplió una década revalidándose de nuevo en esta cita electoral y aumentando su presencia en el hemiciclo. Si bien España contribuyó a la elevada presencia de socialdemócratas, no fue precisamente la gran impulsora de ese cambio, ya que en las urnas españolas los grandes partidos perdieron representación en virtud del ascenso y la entrada de otros más pequeños.

El PSOE, con Fernando Morán en cabeza de lista, perdió un parlamentario y conservó 27, el PP de Marcelino Oreja cayó hasta los 15 -su peor resultado hasta 2019-, y CDS pasó de 7 a 5. Los cuatro partidos que se estrenaron en la Eurocámara fueron Agrupación Ruiz Mateos (2), formación homónima de su fundador y empresario español; Coalición Nacionalista (1), una unión regionalista religiosa; Izquierda de los Pueblos (1), otro conglomerado soberanista de izquierdas; y el Partido Andalucista (1).

Si los comicios de 1987 habían sido singulares por su altísima participación, los de 1989 destacaron por llevar a Europa la mayor cantidad de partidos en toda la historia electoral europea del país, ya que se pasó de 7 a 11 formaciones españolas con representación, una cifra que no se ha vuelto a ver desde entonces.

1994: crisis económica y auge del bipartidismo

Las elecciones europeas de 1994 en España resaltaron por la complicada situación de recesión económica que atravesaba el continente, lo que en España trajo una movilización del voto hacia la derecha, cuando el expresidente socialista Felipe González encabezaba su cuarta y última legislatura. Por primera vez, los españoles dispararon su apoyo al PP hasta convertirlo en la fuerza más votada y casi duplicar su representación en Europa (pasaron de 15 a 28 escaños). El PSOE, sin embargo, cayó a los 22 europarlamentarios y gran parte del voto de izquierdas fue para IU, que se elevaba de los 4 a los 9 electos. Eso sí, a pesar del desplome en España, los socialistas ganaron en el cómputo europeo.

Si bien CiU (3) y Coalición Nacionalista (2) mejoraron su representación, el numeroso conglomerado de partidos de 1989 desapareció (se pasó de 11 formaciones representadas a solo 5) y se dejó sentir una incuestionable concentración del voto en los dos grandes partidos, PP y PSOE, que alcanzaban por primera vez los 50 electos. Además, las urnas de 1994 certificaron el hundimiento de los centristas de CDS y su salida definitiva de la Eurocámara.

Cabe destacar que durante el transcurso de la tercera legislatura (1989-1994), los 12 Estados Miembros firmaron el Tratado de Maastricht en 1993, que fundamentó los pilares de las Comunidades Europeas (dando nombre definitivo a la UE) y ratificó la cooperación internacional. El nuevo tratado trajo novedades en el ámbito electoral, con la incorporación del voto CERE (los extranjeros de los restantes Estados miembros de la Unión que residen en España), que permitió que el censo electoral español aumentara en 25.000 personas en aquellos comicios, con un crecimiento imparable en las sucesivas convocatorias.

1999-2009: ampliación de la UE y cambio de tendencia

Las tres próximas elecciones de 1999, 2004 y 2009 sintieron los efectos de la mayor ampliación de la Unión Europea de toda su historia, gracias a la entrada de países de antigua influencia soviética como Polonia, República Checa, Estonia, Letonia o Lituania. La UE vio repuntar el número de Estados Miembros al ensancharse de 12 a 27 países y, como consecuencia, el Parlamento Europeo pasó de 567 a 736 escaños en solo una década. Esta ampliación alteró la distribución de asientos que correspondían a cada Estado y redujo la presencia de españoles representados en diez escaños, de 64 a 54 europarlamentarios a partir de 2004.

Las elecciones europeas de 1999, todavía con 64 electos españoles, supusieron un punto de inflexión en el tablero político del continente, ya que se invirtió la acostumbrada victoria electoral del Partido Socialista Europeo (ganador de todas las elecciones anteriores) en virtud del Partido Popular Europeo (victorioso en todos los comicios posteriores). España contribuyó a aquella prevalencia, ya que en 1999 revalidó la victoria del PP (27, uno menos), aunque acortó las distancias con el PSOE (24, dos más). La dinámica bipartidista se mantuvo casi intacta, aunque destacó el retorno de los abertzales, esta vez bajo la candidatura de Euskal Herritarrok (1); la entrada solitaria del BNG (1); y el estreno de Coalición Europea (2), una formación regionalista de centro derecha.

Las urnas de 2004 y 2009 certificaron aún más el auge del bipartidismo. España perdía entonces diez escaños y se hacía más difícil la entrada en el hemiciclo europeo. En los comicios de 2004, socialistas y 'populares' sumaron 49 de los 54 parlamentarios electos, aunque con un vuelco electoral favorable al PSOE de Josep Borrell, que rebasó por un escaño al PP de Jaime Mayor Oreja y se convirtió en ganador de las elecciones.

Para 2009, fue el PP de José Manuel Durao Barroso (24), presidente de la Comisión Europea, el que sacó un escaño al PSOE del entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero (23). Los asientos restantes en ambas elecciones fueron para IU (2), Por la Europa de los Pueblos (1) y la coalición nacionalista Galeusca-Pueblos de Europa (2), que unió a CiU, PNV y BNG, entre otros. En 2009 consiguió entrar en la Eurocámara el centro político, con un escaño de UPyD.

2014: fin del bipartidismo

Los comicios europeos de 2014 fueron la antesala del importante cambio de tendencia electoral que España viviría en las elecciones generales de diciembre de 2015 (y en posteriores convocatorias), donde se ratificó el desplome de los dos grandes partidos, PP y PSOE, y el crecimiento de otros, como Podemos o Ciudadanos. En esta cita con las urnas, los españoles llevaron a Europa un mosaico de formaciones en detrimento de los 'populares', que pasaron de 24 a 16 europarlamentarios, y los socialistas, que cayeron desde los 23 hasta los 14.

La Izquierda Plural (unión de IU y Los Verdes) se alzaron como tercera fuerza con 6 electos, seguida de Podemos, con 5; UPyD, con 4; Coalición por Europa, con 3; Ciudadanos, con 2; y Esquerra, con otros 2. Los pueblos deciden (una coalición independentista de izquierdas formada por BNG y Bildu, entre otros) entró con 1; y Primavera Europea (una agrupación regionalista y ecologista donde destacan Compromís y Equo), se estrenó con otro.

2019: repunte socialista y adaptación al Brexit

Las últimas elecciones se celebraron en mayo de 2019, a caballo entre los dos comicios a las Cortes Generales de abril y diciembre de ese año. En este sufragio el Partido Popular, entonces presidido por Pablo Casado, obtuvo el peor resultado de su historia en unas elecciones europeas, desplomándose hasta los 13 de los 54 escaños. La formación que triunfó en aquella jornada fue el PSOE, que subió hasta los 21 parlamentarios y arrebató a los 'populares' la victoria electoral que mantenían desde 2009.

Tras el conteo de papeletas, se certificó la desaparición de UPyD, el repunte de Ciudadanos de 2 a 8 electos, la ligera subida de Podemos de 5 a 6 escaños y la entrada de 3 europarlamentarios de Vox y de otros 3 de Junts per Catalunya (entre ellos el prófugo Carles Puigdemont), cuya inmunidad parlamentaria les fue retirada por el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE) para que pudieran responder ante la Justicia española por su participación en el 1-O. En estos comicios obtuvieron también 3 escaños la coalición Ahora Repúblicas (ERC, Bildu y BNG) y uno la candidata del PNV por CEUS, Izaskun Bilbao.

Estos resultados no fueron exactamente los que arrojaron las urnas en la noche electoral, sino la proporción que se hizo meses después una vez firmado en 2020 el acuerdo del Brexit, por el que Reino Unido se retiraba de la Unión Europea. Este hecho provocó que la Eurocámara redujese sus asientos de 751 a 705 y que algunos países viesen ampliado su número de escaños para compensar los 73 electos británicos perdidos, como fue el caso de España, que pasó de 54 a 59. Por este mismo motivo, para la próxima legislatura europea (2024-2029), España tendrá dos asientos más.

Los españoles vuelven a acudir a las urnas europeas el 9 de junio de 2024 después de dos décadas de victoria del PPE (1999-2019), un mosaicismo político importante, aunque menor que en la década del 2010, y una tasa de participación que no se recupera desde 1987. Lo hacen (algunos) en medio del auge de la extrema derecha europea, la práctica desaparición del centro político y la división de la izquierda. Tras las elecciones, Europa deberá afrontar cuestiones muy trascendentes, como la respuesta comunitaria a las guerras de Ucrania y Gaza, la crisis energética, el cambio climático, el ascenso de la violencia, la gestión de la migración irregular o el peso económico y geopolítico de la Unión frente a China y Estados Unidos.

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