Todo es política y todo es político

Nos quejamos de que todo es política, pero es que, como dijo Carol Hanisch, lo personal es político, y añado, lo político es personal, así que todo es política. Esta frase, que podría ser de la escuela Rajoyana, tiene sentido aunque no lo crean. Elegir un colegio u otro para tu hijo es un acto político; operarte en la sanidad pública o en la privada; ir a un concierto de Taburete o de Albert Pla; ver Malinche o la última obra de Alberto San Juan; poner una placa en homenaje a Paco Rabal o quitársela, o dársela a Plácido Domingo; pagar impuestos en tu país o no; especular con la vivienda o no; ir al CEU o a la Complutense; hasta tener un hijo o diez.

Y si hay algo que no puede ser apolítico es el arte. Por eso, Eurovisión, aunque algunos preferirían que fuera solo un show de risas y tangas, no lo es. Cuando tú representas a tu país, tienes un papel activo, no estás en el karaoke de tu pueblo. Representas a todos los españoles o israelíes ante el mundo.

Ser artista es posicionarse, y puedes elegir cómo hacerlo. Puedes apoyar a Netanyahu y decir que te alistarás en el jEército para formar parte de los bombardeos continuos a la población civil en Gaza o puedes negarte a abrir tu exposición en la Bienal de Venecia hasta que no cese el conflicto y se devuelva a los rehenes, como ha hecho la representante israelí en la cita artística.

Banksy, el grafitero inglés, hace 10 años ya viajó a Gaza cuando el conflicto estaba abierto y denunció, a través de su arte, la posición de Israel, que 10 años después no ha cambiado, sin obviar que unos atentados condenables y horribles lo reabrieron. Banksy denunció el olvido, porque sí, como todo, el olvido y la memoria también son política.

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