Depravación, dominación y sadismo sexual: el perfil de Eugenio Delgado podría llevarle a prisión permanente revisable

A un día de que finalice el juicio por el crimen de Manuela Chavero, el análisis de los forenses solicitados por defensa y acusación se contradicen. Según el peritaje de la defensa, los daños en el cuerpo podrían no haber sido afligidos por una agresión. Los aportados por la Fiscalía, en cambio, desmentirían la versión de la caída accidental. Según estos últimos expertos, Eugenio Delgado tuvo que golpearla con ira, varias veces. Si tomamos como precedente su comportamiento, las contradicciones, y su análisis psicológico, se repetiría el patrón, porque tal compulsión concuerda con el inédito perfil criminológico del acusado.

Jamás habían visto nada igual. Es la primera vez que en la Sección de Análisis del Comportamiento Delictivo de la Guarda Civil se topan con un perfil tan claro de sadismo sexual. Según el informe, Eugenio Delgado cumpliría con prácticamente todos los criterios diagnósticos. Es raro, muy raro completar así la escala de parámetros en un peritaje psicológico. En ocasiones, los indicadores, entre otras técnicas empleadas, pueden superar los 200 ítems, y los resultados, la mayoría de las veces, son aproximativos. En algunos casos, esclarecedores. Pero nunca tan evidentes. Según los investigadores, Eugenio Delgado es un auténtico sádico.

Los vecinos decían que era un tipo huraño, solitario. De sus conversaciones con prostitutas emergen conductas de dominación, humillación y depravación. Según testigos, habría absorbido el machismo de su padre. Se excita con el sufrimiento ajeno, pero parece no bastarle eso, ha de ser acompañado por el miedo, aunque no simulado, sino real. Explicarlo, que no justificarlo, es enrevesado. Confluyen factores biológicos y ambientales, los niveles de ciertas hormonas, la propia configuración neurológica del cerebro, como las asociaciones de placer, los sistemas de recompensa, y la comorbilidad con otros trastornos.

El sadismo sexual se produce al sentir excitación sexual intensa y recurrente con el sufrimiento psíquico o físico de otra persona. Se manifiesta a través de fantasías y deseos irrefrenables que pueden llevar a una conducta peligrosa. Tal como refleja el manual de psicopatología DSM-5, la parafilia se convierte en trastorno por ser incontenible, por ir asociada a un deterioro de la vida, y por cumplir tales ansias con otra persona sin haber recibido su consentimiento previo.

La defensa de Delgado ha respondido con un contra-informe que rechazaría el elaborado por la Guarda Civil. Critican el método empleado y subrayan discrepancias en la comunidad científica a la hora de definir y valorar el sadismo sexual. Y no es de extrañar que suscite debate, si se comprueba que los estudios sobre sexualidad son sumamente recientes y escasos. Pero tampoco resulta esto asombroso, si todavía a mediados del siglo XX quienes se adentraban a preguntarse el por qué del placer seguían recibiendo crítica o censura. La soga de la moralidad, como castración social, junto a la cultura del puritanismo o la simple vergüenza, maniataron las investigaciones de los curiosos, tachándolos de indecorosos. Tal fue el recato inducido, que hubo que esperar hasta el año 2006 para que la OMS definiera la sexualidad como un aspecto central del ser humano. La identidad, el erotismo, las conductas y fantasías, todo forma parte de una normal condición humana, presente a lo largo de la vida.

Por ello es preciso diferenciar una parafilia del trastorno parafílico. La unión de dolor y placer no implica trastorno, pues la perversión también forma parte de la sexualidad y, más allá de tintes freudianos, no tiene por qué conllevar enfermedad. La parafilia es un interés intenso y persistente, donde el objeto de deseo y placer proviene de actividades o preferencias anómalas. Solo se convierte en un trastorno cuando esta tendencia empieza a ocuparlo todo, cuando afecta a la vida social, laboral, a la estabilidad emocional y, sobre todo, cuando produce daño a uno mismo y a los demás. Y este es el quid del crimen de Manuela Chavero.

El énfasis en la perfilación de Eugenio no es morbo, es fundamental para su condena, porque se necesita acreditar la agresión sexual para aplicar la permanente revisable

El énfasis en la perfilación de Eugenio no es mero morbo. Es fundamental para su condena, porque se necesita acreditar la agresión sexual para aplicar la permanente revisable, y el cuerpo de Manuela, cuatro años sepultado, no puede expresar con claridad lo que se le hizo. No hay restos biológicos que prueben la violación. De ahí el interés de acusación y Fiscalía en demostrar la personalidad culpable de Eugenio, para probar así la motivación sexual, y que su deseo irrefrenable se tornó, necesariamente, agresión.

Frente a juez y jurado popular pasan hasta 68 peritos y unos 20 testigos. Acusación y Fiscalía esperan demostrar que se trató de un delito de asesinato y otro delito contra la libertad sexual para poder alcanzar la máxima pena. De no acreditarlo, podría hablarse de homicidio, por ver qué tipo. La defensa, por su parte, busca la absolución alegando accidente. En el ámbito forense la perfilación criminal es usada como argumento, no como prueba concluyente, pero hay casos en los que puede ser determinante, incluso suficiente, si acompañada de más alicientes.

Ante el deterioro y la ausencia de restos biológicos, el cuerpo no puede aportar más pruebas que el de haber sido desnudado y haber sufrido lesiones. Pero la psique de Eugenio Delgado sorprendió a reputados investigadores. Y, a veces, la lógica puede resultar más evidente que una prueba.

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